BRASIL - DÍA 21

UNA NUEVA VIDA

Norberto Shammah (Argentina)

 

-Nos vemos en tres días en la casa- le dije a Laureano y me despedí de él en la puerta del banco mientras él se alejaba empujando la silla de ruedas de Josefina.

La casa de la avenida Brasil era la primera casa que me compraba y estaba contento, pero también tenía miedo. 

El día de la escritura, a Josefina se la veía distinta con los labios pintados de rojo. Su ropa tenía el olor a humedad de las cosas que se guardan por mucho tiempo. 

Laureano empezó a contar los fajos de billetes moviendo los dedos muy rápido, paró un instante de contar para explicar que antes de jubilarse era cajero de un banco.  

Laureano nos había contado que vendían la casa para saldar una deuda y además porque la casa, de dos plantas, con tantas habitaciones, era imposible para Josefina. Desde el accidente ella no había podido subir mas a la planta alta. 

 

Cuando llegué a la casa de la avenida Brasil para tomar posesión, había estacionado un camión en la puerta. Tres tipos de la empresa de mudanzas entraban y salían de la casa con todo tipo de cosas. 

Laureano se acercó a saludarme. Me dijo que les faltaba poco, pero yo veía el camión casi vacío y la casa llena de cosas. Le pregunté si quería que volviese un rato mas tarde, pero Laureano casi me obligó a entrar a la casa.

Josefina estaba sentada en la silla de ruedas en medio de un pasillo por donde tenían que pasar todos.

Los de la mudanza pasaban cargando un sillón o una maceta llena de yuyos.  

La hija de Laureano y Josefina con un almohadón y el hijo con un balde lleno de ropa. 

Laureano se quejaba del departamento nuevo porque en la entrada no había una rampa para la silla de ruedas de Josefina.  

La hija pasó con dos vestiditos, el hombre de la mudanza  con otra maceta y Laureano le.dijo al que no se iban a llevar un paquete abierto de harina. Todo lo que no se llevaban me lo estaban dejando a mi.

Laureano me llevó hasta el baño y me señaló la grifería dorada de la pileta. El grifo era la cabeza de un pato y de la boca del pato debía salía el chorro de agua. Las llaves eran dos patos mas pequeños con las alas abiertas levantando vuelo. -Estas te las dejo- me dijo como quien está haciendo un gran regalo. 

Después de dos horas el camión estaba lleno pero la casa seguía llena de cosas todavía. Laureano seguía diciendo que cosas se llevaban y que no, como si yo no estuviera escuchando que me dejaban una maceta rota, un colador naranja, un gamulán, y un ropero desvencijado. 

Después abrieron una habitación que había permanecido todo el tiempo con la puerta cerrada. y desde adentro salió un olor ácido. El hijo trajo un gato que, encerrado desde hacía horas, había hecho pis varias veces sobre una alfombra azul. Esa alfombra también la pensaban dejar.

Finalmente se estaban yendo. Salieron todos de la casa y yo salí con ellos. Con algo de trabajo, Laureano y el hijo subieron a Josefina en el asiento de adelante del auto y Laureano guardó en el baúl, donde nada mas podía entrar, la silla de ruedas. Encima le puso una olla de aluminio.

 

Antes de subir se quedó inmóvil y miraba la que había sido su casa. -Ves eso?- me dijo y me señaló una rajadura enorme en el mármol travertino del frente de la casa. Un borracho venía manejando y se llevó puesto mi auto y mi auto se vino a incrustar en mi casa.

-Pero ahora viene una nueva vida- me dijo. El auto arrancó  y los vi alejarse de a poco. 

Cuando me quedé solo parecía que algo no me dejaba volver  a la casa. Hice un esfuerzo pero algo me dijo definitivamente que no podía entrar y decidí dejar todo tal como estaba. Iba a volver con Matilde al día siguiente o el fin de semana, a sacar todas las porquerías que Laureano había decidido no llevarse y poder sacar esa alfombra llena de olor a pis de gato.

 

Al día siguiente, Matilde me llamó para ir a la casa, pero le tuve que decir que no porque tenía trabajo atrasado. Me llamó el sábado temprano, pero yo ya me había comprometido con un primo al que hacía mucho que no veía y a Matilde no le gustó cuando le dije que tampoco iría el domingo porque tenía partido de fútbol con amigos. 

Matilde me dejó cuando se dio cuenta de que yo nunca mas iba a volver a la casa de la Avenida Brasil. Al poco tiempo la pusimos en venta. 

 

 


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