FIN DEL MUNDO - DÍA 23
FIN DEL MUNDO
Jésica Daiana Galeano Jarcousky (Argentina)
—
Tampoco es el fin del mundo, Mariela. Tu mamá te tiene que entender.
—Mi
mamá no va a entender nada, mi mamá es de esas santurronas que van a la iglesia
todo el día. Me va a obligar a tenerlo. ¡Ni se tiene que enterar! Prometeme que
vas a guardar el secreto.
—¡Ay,
amiga! Esto de andar con intrigas… deberías decirle. Se va a dar cuenta.
—No,
no. Mi mamá no se da cuenta de nada
—Es
demasiado grande para esconderlo, se va a notar, tampoco podés hacerte la
tonta. ¿Qué vas a decir cuando se note más?
—
No voy a decir nada porque no se va a notar nada. Para cuando tendría que notarse
de verdad, ya no va a estar.
Esa
noche Mariela cavilaba y daba vueltas en la cama, su amiga tenía razón, ¿cómo
se puede ocultar una deformidad en el cuerpo? Pensaba que la palabra deformidad
sugiere un error en la naturaleza, en el orden lógico, en lo esperable. Eso no
era esperable. No hacía más que llamarlo “eso”, había que resolverlo,
extirparlo; o buscar la manera de que no sea tan evidente.
La
Nueva Ola de la evolución humana, religión a la que pertenecía su mamá,
condenaba hasta las operaciones, el uso de tinturas en el pelo o en el cuerpo,
los tatuajes eran endemoniados y el bendito parásito también era algo
inaceptable de sacar. “Si nació en el cuerpo allí debe permanecer” era la frase
de la iglesia de la nueva orden, conservacionistas, naturistas y expectantes de
la evolución. ¡Pero eso no era evolución! Era un agente contaminante que le iba
a deformar el cuerpo. De seguro la iba a hacer más gorda, hinchada con una
protuberancia horrenda en la cintura.
Era
el fin del mundo para Mariela, si la obligaban a hacerse cargo de eso. No, no
le iba a decir nada a su mamá. Iba a tomar el primer vuelo que saliera a la
estación espacial e iba a avisar de esa contaminación terrestre. Iba a ayudar
al gobierno en su búsqueda para detener a la humanidad despiadada que no dejaba
de crecer y evolucionar hasta el disparate. Iba a actuar de inmediato. No se
pensaba quedar ni loca con ese tercer ojo creciendo enorme en su abdomen.
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