"INGLATERRA" - DÍA 19
DOS MONEDAS
Josefa Rosa Vardé (Argentina-Italia)
Están los que mueren por entrar.
Están los que mueren por salir. Y, además, están los que sólo mueren, mueren.
El azar tiene ese gesto de oposición, de cara o seca, cuando en verdad es
apenas un movimiento de ilusionismo donde vemos lo que una mano invisible no
hace ver. Si el poeta argentino, enamorado del mundo inglés, dio a entender que
por cada Juan hubo un John y por cada John hubo un Juan, ¿quién sería el
tercero? Porque la moneda tiene tres lados y, en el aire, sólo vemos uno, el
del centro que une las dos caras, que a su vez es el margen. Vemos uno cuando
en realidad buscamos la cara o la cruz. Aunque la moneda nunca cae de canto
para los destinados. Es a matar o morir; a ganar o perder; a vivir o nada. Juan
o John. Por eso esta historia sería así. Para llegar al estadio, el camino no
era sinuoso, sino cortado. Caminar hasta la parada del colectivo puede ser lo
mismo que caminar hasta la parada del autobús. Juan salió de la esquina de
Ozaman y Patagones. John salió de Staining Road cerca del Old Road. Juan tomó
el 634 hasta Belgrano y Rivadavia. John, el 2 en The High Cross. Juan subió al
furgón del Sarmiento que venía vacío. John al Northern. Juan combinó el A con
el C hasta Constitución. John bajó cerca del aeropuerto de Manchester. Juan
caminó Parque Lezama, tomó la avenida Paseo Colón hasta que cambia de nombre y
se metió por el medio del baldío que antecede a la Bombonera. John hizo dos
millas a pie para llegar a lo que llamarán El teatro de los sueños. Juan saltó
el alambrado al grito de Boca campeón. John gritó por un campeonato, pero en
Old Trafford. Uno de los dos fue preso. El otro escapó de la barra o de los
hooligans. Pero la verdadera historia sería esta. Juan tenía cinco hermanos,
todos mayores. John tampoco tenía un cuarto para él solo. Juan había visto
llorar a su padre cuando cerraron la fábrica. John ya no visitaba al suyo
porque tampoco tenía trabajo. Juan sabía que su apellido había llegado de
Europa. John supo que su abuelo había trabajado en una mina de carbón. A Juan
le decían el Cobra porque era silencioso y letal. A John, The devil, porque
siempre metía la cola para lograr su cometido. Juan quería cambiar el mundo.
John quería ser parte de la historia. Aunque en verdad esto sería así. Juan
tuvo como primer regalo una pelota que era el punto de un cuento que siempre
termina y vuelve a comenzar. John recibió un balón que tampoco sabía patear.
Juan se probó en las inferiores de Morón. John jugó en las menores del Staining
Juniors. Juan tuvo como primer trabajo hacer la colimba, obligado. John se
inscribió en el servicio militar para orgullo de su familia. Juan dejó a su
bebé. John dejó a su hija. Juan viajó por primera vez en avión cuando lo
llevaron a la Patagonia. John viajó por primera vez en avión cuando también lo
llevaron a la base. Juan subió a un barco para llegar a las islas. John subió a
un barco para llegar a las islas. Juan se arrastraba por la trinchera. John
parecía moverse en el aire. Juan disparaba a matar, era letal. John disparaba a
matar, era el diablo. Como dijo el poeta, Juan y John podrían haber sido
amigos. La bala que disparó Juan mató a John. La bala que disparó John mató a
Juan. Murieron en las islas argentinas donde flamea la bandera de Inglaterra
con balas que no eran de su propiedad. Juan y John, la cobra y el diablo. Dos
monedas, cuatro caras, la vida de Juan y la vida de John, la muerte de Juan y
la muerte de John. En el medio, un tercero, invisible como el poeta o como este
cuentista, invisible como el Estado o como el capital. Un tercero, invisible
como verbo vacío.
Hermoso relato, en donde todos somos Juan, John, un soldado sin nombre o un cuentista invisible.
ResponderBorrarLa historia la llevamos en la piel, en el alma.