TORTUGA - DÍA 8

 

LA CHANGA

Pablo Stroli (Argentina)

 

Ramón, el morocho santiagueño, estaba sentado en la silla de madera apoyando su brazo sobre el respaldo. Peinado para atrás., mostraba su perfil con su nariz aguileña. 

Con su cuerpo encorvado por el calor agobiante llegó con el Tortuga al bar de la esquina del Parque Independencia a ver el partido de Argentina. Habían estado vendiendo banderas y camisetas. El Tortuga, quien lo acompañaba, tenía en una bolsa de plástico pequeñas copas del mundo de telgopor y algunas bocinas blancas y celestes. En sus ojos celestes se reflejaba una mirada cansada, agobiada por el calor. 

 

El sábado por la tarde, ingresaron y se sentaron en la mesa de la izquierda de la puerta del bar. Los esperaba un hombre morrudo, de rulos, era el patrón, quien le pagó tres porrones durante el transcurso del partido. Los muchachos lo fueron a abrazar cuando Messi convirtió el primer gol en el arco de México. Lo mismo, sucedió cuando tras un certero disparo al arco, Enzo Fernández clavó el segundo gol; y el Tortuga, Ramón y el Patrón se abrazaron nuevamente.

 

Durante el entretiempo, el Petiso salió a la calle a fumar un cigarro. Habló sobre el 10 de la selección argentina y explicó que, para hacer un gol de media cancha, había que apuntar al primer palo y luego la pelota se desviará por la inclinación de la cancha. Además, afirmó que era muy habilidoso y que jugaba de 5 en la zona oeste de Rosario. Ramón solo emitía gestos cuando su compañero hablaba. Asentada con su cabeza los comentarios. En eso, se acercó a la calle, mojó su cabeza con una botellita de agua y se peinó con la mano.

 

- ¡Hoy se ganaron el día! dijo el Patrón luego de culminado el partido.  

Todas las personas que estaban en el bar se rieron. Ramón y el Tortuga también.

 

Ya iban por la tercera cerveza, cuando el árbitro finaliza el partido. Continuaron los aplausos y los abrazos nuevamente.

Era hora de volver al puesto de la esquina. Ramón, antes de retirarse, dijo: "disculpen" y se marchó caminando hacia la puerta. El Tortuga lo seguía detrás, a paso lento.

Esperaron el buen resultado, con el aire acondicionado del bar y unas refrescantes cervezas para colgar nuevamente en la soga de las camisetas, la ilusión argentina. De lo contrario había que salir a buscarse el mango, con otra changa. 

 

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