"INGLATERRA" - DÍA 19

 INGLATERRA

Julieta Di Prisco (ARGENTINA) 21 años recién cumplidos tenía Daniel cuando lo citaron a presentarse en el regimiento III de infantería mecanizada de la tablada, apenas dos días después de que las tropas de Inglaterra desembarcaran en la Isla Soledad, Malvinas con el objetivo de usurpar el territorio Argentino. Le alcanzó con ver a su hermana en la puerta de casa esperándolo con una carta que no necesitó leer para saber que estaba corriendo igual suerte que sus mejores amigos, convocados el día anterior.

Once días pasaron desde entonces hasta que pisó por primera vez esa tierra de la que jamás volvería. No porque fuera a morir en combate, sino porque allí quedaría su espíritu. 

No entendió realmente qué estaba haciendo ahí, hasta que los bombardeos fueron asesinando de a poco a sus compañeros de misión con los que habia caminado durante días, en jornadas que superaban las doce horas, sin poder decir con exactitud en cuantos pozos "de zorro" pasaron las interminables horas repasando su corta vida en los pensamientos. Sus cuerpos apenas cabían en ese hueco de cincuenta centímetros de ancho por un metro y pico de alto. En plena oscuridad sólo alumbrados por las ráfagas de los disparos que chispeantes caían desde los aviones enemigos.

No volvería a dormir desde esa noche en la que permaneció alerta por si acaso una parte de su sección ubicada al otro lado de la isla daba aviso de la llegada de los ingleses.

Setenta y cuatro días sobrevivió combatiendo en Malvinas, todavía recuerda el sonido de los cañones lanzados desde los barcos, pero también lo piadosos que fueron los soldados atacantes al capturarlo y sin fusilarlo ofrecerle alimento una vez tomada la isla. Llevaba más de 30 días sin bañarse y había comenzado a buscar desperdicios en los basurales que encontraba conforme avanzaba. Aún irriga en sus venas la indignación que sintió al descubrir que los oficiales argentinos les habían escondido la comida, las cartas , el abrigo y la verdad.

Un tiempo después de la llegada de las tropas inglesas, la redención fue inminente. Daniel regresó a casa con una mochila, cinco cartas y un telegrama enviado por su madre. Estaba vivo a pesar de no creerlo. Había sido parte de la gesta que se oponía al poder imperialista que ahora victorioso pisaba su bandera, la misma que juró defender hasta con su vida,sin saber del todo lo que eso significaba. Él, que no tenía idea lo que era la independencia, había tomado las armas para defender la soberanía nacional.

Cuatro años después con la memoria intacta y el honor herido, un joven Maradona defiende la camiseta contra un ejército de jugadores ingleses en el campo de juego.  El seleccionado argentino enfrenta un partido que aunque lo intente no podrá resarcir los crímenes de Guerra, pero sí regar de alegría ese suelo en el que tanta sangre se había derramado.

En un estadio lleno, el jugador estrella se dirigía hacia la pelota y saltaba en vano, sin llegar a la pelota. Afirmaría tiempo después que sin pensarlo estiró el brazo que le permitió golear. Su mano interviniendo en el gol de la victoria fue clara para toda la audiencia menos para el árbitro que validaba el gol ante la estupefacción del seleccionado inglés.  Un gol hecho con la mano abría el arco que minutos más tarde recibiría “el gol del siglo”. Con la mano como se empuña un arma, se firma un acuerdo, se activa un misil,se escribe la historia. Con la mano como se iza una bandera en tierra ajena. ¿Quién puede culparlo? Quien le roba a un ladrón, ya se sabe cuántos años de perdón tiene.


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